Todo el mundo que me conoce sabe que me colecciono búhos, y sabe que regalándome uno de ellos me tienen bien contenta. Sin dejar de olvidarme de las pobres aves de todos los tamaños que invaden mi casa, ahora agradezco más que nunca cualquier mínimo detalle relacionado con este redondo mundo de las bizcobolas que actualmente me hace soñar despierta con cajas, moldes, y colorantes…
Mi inicial inversión menguaba y a la vez crecía en exigencias: ingredientes de mayor calidad con los más originales sprinkles, curiosas tarjetas, fotografías más atractivas, etc.
Mis Cake Pops están ricos y además son bonitos: bizcocho natural, sorprendentes decoraciones y presentaciones cuidadas, que hace que aún sean más especiales tanto en solitario como en composición. ¿Qué precio encierra todo ese trabajo? Como en el taller de un artesano, ¿cómo valorar la impopular “mano de obra”?
Sí, está claro, es un producto perecedero: su vida es muy corta, pero nos podemos permitir darnos ese dulce capricho y disfrutar durante unos segundos con ese gusto… A mí lo primero que me transmitieron los Cake Pops fue ALEGRÍA, y creo que eso hoy en día no tiene precio!!
Muy pronto el POPreciario