El año pasado fuimos a nuestra 1ª cabalgata de Reyes como padres, y me volví a sentir niña otra vez. No sé quien tenía más ilusión: los intranquilos papas, los alterados niños o los desubicados Reyes en sus tremendas carrozas. Como una tonta melancólica transportada a mi pasado más tierno, se me saltaron las lágrimas cuando un experimentado papá chilló a SS.MM. Reales al asomarse a lo lejos en un barco a puntito de atracar en la escalinata del muelle de nuestro acogedor puerto: “Meeelchorrr, TE QUIEROOO”
Vaya noche de locura; los más pequeños llenos de fantasía se acuestan ansiosos y los mayores emocionados preparan todo (durante semanas e incluso meses atrás) para que esa mañana sea lo más sorprendente posible. Lo haces feliz porque lo hicieron por ti con la misma ilusión que la tuya, pero no es hasta ahora, cuando valoras esa ilusión y todo ese esfuerzo. Es maravilloso que pasen los años y aunque las tecnologías cambien, siga habiendo cosas tan especiales e indescriptibles como esta, que se mantiene inalterable en el tiempo y que la podamos compartir todos.
Qué tendrá la Navidad que cuando hay niños es realmente mágica. Ellos nos hacen volver a CREER. ¡¡Uy qué nervios, otra vez!!