¡Cómo pasa el tiempo! Este risueño “mico” que vino a compartir la vida con nosotros y que hace nada era un delicioso bebito, se hace mayor.
A mi marido le conocí tarde, y entre que era de otra ciudad, el precio de la vivienda, y la poca seguridad laboral, me lancé a la aventura de ser madre ya no tan jovencita. Qué experiencia tan apasionante habíamos ido posponiendo con absurdas excusas: ahora todo cobraba sentido.
Superados los desconcertantes cólicos, los tempranos dientes y los tardíos pasos, y conviviendo ahora con el obligado coqueteo de las letras y las primeras riñas de patio en su nuevo cole, siempre le acompaña una inmensa sonrisa cuando nos mira que ilumina por completo nuestras vidas aun en los momentos más oscuros. Hace que todas las cosas sean más fáciles. Crecer con ella es mi mejor futuro. Desde el día que nació me dije: “Mi pequeña gran VICTORIA”.
F E L I C I D A D E S, y a mí también.